Cuando quieres agradecer, cuando quieres responder, y no sabes cómo.
No sabes, porque hay cosas como… un abrazo reconfortante, una acogida al llegar y un impulso al marchar, un estar ahí incondicional, una entrega desinteresada, un beso de amor, un derroche de pasión, una mano amiga, una palabra dulce y honda, la naturaleza abrumadora, aquel que un día dio la vida por ti y aquellos que día a día siguen dándola, una mirada de cielo, un gesto significativo, una sonrisa cómplice, aquellos que no hay quien los mueva de tu lado ya sople una suave brisa o arrecie un viento impetuoso, esa confianza que te da alas y te hace creer que puedes, incluso en tu debilidad… tantos detalles sorprendentes que te van conformando como persona, estrechando lazos con la humanidad más profunda, esa humanidad que es divina.
Todo ello hace que me sienta especial, profundamente amada, y acto seguido algo en mi interior se agita, me cuestiona… ¿cómo puedo corresponder a tanto como recibo? ¿cómo puedo pagar aquello que no tiene precio?
Por un momento me sobrepasa, me siento pobre, no hallo cómo devolver tanto regalado.
Entonces me paro, en silencio examino mis cuentas y descubro cuál es mi mayor riqueza: el Amor.
Ya no titubeo, siento la seguridad de que es posible porque poseo el mejor tributo y la única manera… se paga con Amor.
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