Cuántas veces deseamos que algo ocurra tal y como queremos, y sobre todo, cuando queremos.
Pero eso, sólo indica que nuestra humanidad, siempre impaciente, quiere controlarlo todo y cómo no, también el tiempo (alta epopeya la nuestra…).
Pero éste entendido como “chronos” (en griego), es decir, el tiempo que podemos medir: en segundos, minutos, horas, días, años… pero en este afán desdeñamos otra acepción que va mucho más allá, el “kayrós”, que significa, también en griego, el tiempo oportuno.
Ya no es el tiempo en sentido cuantitativo sino cualitativo, es un tiempo atemporal. Es el tiempo de Dios.
El kayrós revela algo mucho más profundo.
Es el momento de aquello que tanto hemos esperado y ansiado.
Sentimos que llegó ese momento adecuado, ese por el que has recorrido un camino de maduración (en sentido amplio) hasta llegar a él.
Camino que, precisamente, era necesario para llegar a ese kayrós.
Pero es sólo en ese momento cuando, al echar la mirada hacia atrás, lo comprendes.
Lo comprendes, y te sorprende.
Te sorprende ver que ese kayrós se revela mucho más perfecto de lo imaginado originariamente por ti.
Por tanto, normalmente, no llega a ser como esperabas sino muuuucho mejor.
Pero ¡ojo!, no debemos confundirnos, en el kayrós no existe nada programado de antemano, no es estático y no hay ni un ápice de falta de libertad, al contrario… es totalmente dinámico, pues en tu libertad tú mismo vas construyendo y dando forma a ese kayrós.
Por eso, es “el oportuno”, porque llega justo en el momento adecuado, cuando estás realmente preparado.
[piopialo]Vivamos y disfrutemos plenamente cada momento del chronos, en la confianza del kayrós, pero de forma activa, pues sólo así llegará/n ese/os kayrós.[/piopialo]
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