Cada día veo a mi alrededor muchas mujeres sacando fuerzas de donde creían que ya no había, echando ganas aunque no les apetezca, y con una voluntad firme como el hierro forjado a fuego.
Cuántos rostros femeninos me vienen a mi mente, se me agolpan y me abruman: mi abuela, mi madre, mi tía, mi vecina, mi suegra, mis amigas (muchas), mis compañeras de trabajo, mis jefas, la que me pone el café «para llevar» detrás de la barra de un bareto del que es dueña echando más horas que un reloj… y todas aquellas con las que comparto, cada día, un trayecto de autobús, sin conocerlas.
Pero no olvidemos el carácter internacional de este día.
No seamos tan ingenuos, y dejemos de mirarnos el ombligo y nos quedemos tranquilos diciendo que en nuestra sociedad europea se ha avanzado mucho y ya no se dan situaciones discriminatorias hacia de las mujeres, que también.
Sino miremos más allá de nuestro horizonte más cercano, a esos países y lugares remotos de la tierra, donde hay mujeres sufriendo cosas que nuestras mentes democráticas del llamado “primer mundo” no son capaces ni de imaginar.
Todas esas mujeres, las de aquí y las de allá, no necesitan tener un día en el que se hable de ellas, sólo necesitan ser quienes son, poder ser quienes son, no ser invisibles o inferiores, por algo que ni ellas mismas han elegido: ser mujeres.
Feminismo o no feminismo, grados de ser feminista (como si eso existiera), esa no es la cuestión de fondo.
[piopialo] Sentirse libres, tratadas en igualdad y con la misma dignidad y posibilidades de llegar a donde cada una elija libremente… esa SÍ es la cuestión.[/piopialo]
No, no necesitamos un día para nosotras… pero quizás sí sea necesario, aún, un día en el que se recuerde lo que aún no es, lo que todavía es un sueño por realizar y no una realidad plena.
© Fotografía: Edu Lauton
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