Nunca merecido ni exigido,
me sorprende tu abrazo.
Tus brazos impetuosos
rodean mi existencia,
acogiendo esto que soy,
regalándome tu presencia.
En el desierto de mi alma,
donde estaba vacía,
sacias mi sed
con tu cariño y alegría.
Me eleva del suelo
haciéndome soñar,
un sueño efímero
del que no quisiera despertar.
Nada que decir,
nada que silenciar,
tiempo de sentir,
tiempo de amar.
Con un nuevo latir,
siente que respira,
por todo esto y más,
viviré eternamente agradecida.
Ahora, te imploro… permíteme:
«Ven a mí, y abrázame»
A ti,
que me abrazas.
© Fotografía: freestocks.org
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